El año pasado, una marca española lanzó al mercado las patatas sabor huevo frito. Es muy probable que ya las conozcas porque se ven en muchos comercios. Han tenido tanto éxito que otras marcas han copiado la idea.

Desde luego, la red de distribución es excelente: Han conseguido que se distribuyan en fruterías y tiendas de delicatessen. Esta foto la hice yo misma y me sorprendió verlas en una frutería selecta.

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Productos que saben a alimentos

Desde hace años hemos visto patatas chips con distintos sabores. Empezaron dándoles un punto de sal o un toque de vinagreta. Bien, es como sazonar con hierbas nuestros alimentos, un toque…  Para mí, el problema llega cuando desvirtuamos completamente el sabor de un alimento. Y esta técnica se ha puesto muy de moda últimamente.

Está claro que la industria alimentaria tiene que innovar y ofrecernos productos diferentes. Vivimos en una sociedad hiper estimulada y hay que llamar nuestra atención como sea. Hasta que entramos en el circo del “Más difícil todavía”. Cafés que saben a chocolate, tés que saben a café, Donuts que saben a Pantera Rosa…

El precio: los aditivos

Parece que la propuesta es que nada sepa como tiene que saber. Es normal que nuestros hijos rechacen las frutas y verduras. Si están acostumbrados a productos procesados, los alimentos frescos saben diferente. Una de las bazas de la industria alimentaria es aumentar la palatabilidad de los alimentos con aditivos químicos. Estos compuestos aumentan el sabor, el color, la consistencia…

Todo vale para que el consumidor tenga una experiencia placentera en el momento del consumo. Placer que activará el centro de recompensa del cerebro y hará que lo desee de nuevo con desesperación. El aditivo estrella para lograr esta necesidad es un potenciador del sabor llamado glutamato monosódico. También conocido como umami o E-621. Cuando un alimento te parezca que tiene un sabor muy marcado, busca este aditivo entre sus componentes.

¿Tiene sentido?

Sinceramente, no entiendo la necesidad de hacer patatas fritas con sabor a huevo frito. Son dos alimentos igual de baratos y accesibles a cualquier consumidor. También ambos son alimentos a evitar en una dieta saludable. O, más específicamente, lo que hay que evitar es la fritura. Si nos apetecen huevos fritos con patatas puntualmente, podemos comerlos. No me parece mejor tomar un sucedáneo de sucedáneo. En esta línea están los nachos sabor morcilla que vi el otro día.

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Sería genial que fabricasen un alimento barato que sepa a uno caro que no podemos permitirnos. Patatas chips con sabor a caviar ruso. O al toque de gambas de Huelva. Patatas al foie… Acabo de  ver una marca que ofrece patatas a la trufa negra. Ese tiene visión. Pero, ¿patatas sabor huevo frito?

O, mejor aún: Alimentos saludables que sepan a esos productos poco sanos pero que nos gusta sentir en el paladar. El que invente las judías verdes con sabor McDonald’s se forra. O las mandarinas con sabor a Donut. Señores de la industria alimentaria, se están perdiendo un nicho de mercado de oro.

El procesado de alimentos

Pero no. Por suerte, la industria alimentaria obtiene su beneficio de procesar alimentos hasta conseguir un producto que en nada se parezca al de origen. Poniendo y quitando lo que haga falta. Haciendo equilibrios con la legalidad para pasar el examen de la Agencia de Seguridad Alimentaria.

Volviendo a las patatas fritas sabor huevo frito, puedo decirte que vienen en bolsas de 130 grs. Algunos de sus valores nutricionales son 33 grs de grasa por 100 grs de producto, ¡un tercio de grasa! 15 grs de las cuales son grasas saturadas. Puedes ver la información del fabricante aquí. Por supuesto, no podía faltar el glutamato monosódico o umami, que viene como potenciador del sabor E-621.

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Creo que merece la pena que nos dejemos de modas en terreno alimentario. Que volvamos a la dieta mediterránea que estamos perdiendo con la globalización alimentaria. Que recuperemos la materia prima de calidad, aunque tengamos que rebajar la cantidad por economía. Aquello de poco, pero bueno. Es nuestra responsabilidad hacer que nuestros hijos recuperen el gusto por alimentos naturales y sin procesar.

De un lado los (nos) estamos acostumbrando a comer ultraprocesados. De otro, nos culpamos por no seguir una dieta saludable. La industria alimentaria nos tira de un brazo. La industria de la moda y la dietética nos tira del otro. Ojalá seamos más inteligentes que ellos y no nos dejemos manipular. No les permitamos seguir con este reparto salomónico.

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