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Es muy probable que tú también estés confinada, o con cierres perimetrales en tu localidad o comunidad por la pandemia. En Zaragoza no podemos entrar o salir de la ciudad. Al igual que en la mayoría de ciudades de España.

Además, los ciudadanos estamos sujetos a un toque de queda, que nuestro presi se empeña en que llamemos «reducción de movilidad nocturna».

¡Lo tiene claro! Con lo poco que me gustan a mí los eufemismos y lo mucho que me gusta llamar las cosas por su nombre. Al pan, pan.

No, no te voy a hablar de política, que no es ámbito del coaching. Hoy vengo a hablarte de ranas y de valores.

Y de por qué me ennervo cada vez que veo la innación de nuestra sociedad ante lo que estamos viviendo.

El efecto espectador

Hace unas semanas te conté la escalofriante historia de Kitty Genovese, que fue apuñalada en la calle durante media hora, delante de 37 personas que no hicieron nada para ayudarla. Ni siquiera llamar a la policía.

Ocurrió lo que los psicólogos llaman «el efecto espectador». Que se resumen en que pensamos: «Creo que debería hacer algo, pero como nadie hace nada…»

Y te decía que a nosotros nos pasa lo mismo con los políticos (de cualquier ideología). Que realizan prácticas que no nos parecen éticas o incluso cometen delitos… Y nadie hace nada.

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El síndrome de la rana hervida

Lo que la psicología popular conoce como el síndrome de la rana hervida consiste en un efecto de inacción que se produce por adaptación al medio.

Si metemos una rana en una cazuela con agua hirviendo, saltará como un resorte para salvar su vida.

En cambio, si la metemos cuando el agua está fría, pero la vamos calentando poco a poco, la rana se va acostumbrando al aumento progresivo de temperatura.

En estas condiciones no intentará escapar, se irá debilitando poco a poco hasta morir.

Estrategia del maltrato

Es el principio de conducta de cualquier maltratador. Ninguna de las personas que han muerto a mano de sus parejas sufrió malos tratos desde el primer día.

Casi todos los abusos y maltratos comienzan de forma sutil, casi imperceptible.

¿Con quién hablas por whatsapp?

Esa falda, ¿no es muy corta?

Y de ahí pasamos al «Eres una puta».

Por extraño que te parezca, las víctimas llegan a ver esto como una conducta completamente normal. Porque se han acostumbrado, como la rana al agua caliente.

Hasta que hierve.

Hasta que mueren.

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Todos hemos sufrido abusos

Desde el compañero que te quitaba el almuerzo o rompía tu manualidad en el cole, hasta la señora que se cuela en la fila del super, o el que invade tu carril sin marcar intermitente y te obliga a frenar.

En todo abuso hay una parte que ejecuta y otra parte que consiente.

Y ambas son responsables cuando esta situación se repite.

Desde que tengo memoria, nuestros representantes políticos han cometido todo tipo de delitos y tropelías. Generalmente sin mayores consecuencias.

Eso les ha hecho envalentonarse y envolverse de una inmunidad que no les corresponde, al igual que el matón del parque que te quitaba tu pelota.

¿A qué viene esto, Yolanda?

Pues mira, viene a que creo que la sangre latina y pasional que siempre hemos tenido se nos ha cuajado en las venas.

Pienso que ya somos una rana hervida.

Creo que ya no pensamos.

Veo que ya no actuamos.

Me canso de leer cada día noticias que me indignan. Que nos indignan a todos.

Y sé que nos indignan porque leo los comentarios en Facebook, en Twitter y en Instagram.

Yo misma publico mi enfado sentada en el sillón de mi escritorio.

¿Sirve de algo?

Es obvio que no.

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Otra vuelta de tuerca con el confinamiento

Esta semana se nos ha vuelto a pedir a los españoles compromiso y solidaridad.

A unos, nos han pedido que no viajemos y que salgamos de casa lo imprescindible. A otros, que cierren sus negocios que ya estaban heridos de muerte.

La economía española se desploma.

Nos están diciendo que no vamos a poder reunirnos más de 6 personas de la familia en la mesa de Navidad.

Y a todo, una vez más, hemos dicho que sí.

Con pesar, con tristeza, pero conscientes de nuestra responsabilidad individual y haciendo lo único que se nos dice que está en nuestras manos para frenar la pandemia.

«Lo primero es la salud» decimos, tratando de autoconvencernos.

Por nosotros.

Por los nuestros.

Por todos.

Consejos vendo que para mí no tengo

Y en medio del confinamiento y del toque de queda, nuestros representantes políticos viajan, se reúnen en fiestas, hablan con otros sin mascarilla y se pasan la distancia social por el forro.

Todos vimos la foto a las puertas del Congreso de una veintena de representantes de varias formaciones políticas fumando, con mascarillas bajadas y todos amontonados, compartiendo risas en un descanso de la sesión.

Todos hemos visto las fotos de la fiesta del periódico a la que han asistido 80 personas según unos medios, 150 según otros, entre políticos y referentes del mundo de los negocios y la economía.

¿Cumplían en este caso las medidas de aforo? Dicen que sí.

Pero es que nuestros representantes políticos han de ser ejemplo para la ciudadanía. No solamente han de hacer lo obligatorio, sino que han de hacer alarde de los valores que nos exigen.

No se le puede pedir a Manolo que cierre el bar de barrio con el que lleva veinte años manteniendo a su familia y ha creado tres puestos de empleo, mientras ellos, los referentes, los que deberían mostrar una conducta ejemplar, contravienen todas las indicaciones dadas a la población.

Es una cuestión de ética y de respeto.

Es cuestión de valores.

Yo soy madre y jamás les he exigido a mis hijos algo que yo misma no he cumplido.

Se educa con el ejemplo.

Y no sé si me enfada más que nuestra clase política tenga de todo menos clase, o que los españoles sigamos tuiteando nuestras quejas desde el sofá.

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¿Cuál es mi propuesta?

Ninguna, en realidad.

No entiendo nada de política. Ya sabes que me gusta reflexionar en voz alta contigo, compartir lo que me pasa por la cabeza, lo que me hace pensar y plantearme preguntas.

Me gusta contártelo porque creo que de todo se puede extraer paralelismos que nos ayudan en nuestro crecimiento personal.

No olvides que lo que es afuera, es adentro.

Si esta situación externa no te preocupa ni te lleva a buscar soluciones, quizá también estés permitiendo otros tipos de abusos en el ámbito personal.

Tomar decisiones no es fácil.

Poner límites, menos aún.

Pero hay que hacerlo. Recuerda que nunca se produce un abuso o maltrato reiterado si la otra parte no lo consiente.

Puede ocurrir una vez.

Una.

Si ocurre más veces, pregúntate si no eres una rana hervida.