La semana pasada no grabé vídeo porque me tomé una semana de descanso. Llevaba demasiado tiempo sin parar y me estaba pasando factura.
¿Qué pasa cuando nos volcamos tanto en algo?
Hace poco me escapé 3 días a Gandía. Que, por cierto, me pareció un paraíso. A muchas personas les sorprendió que me fuese justo después de las vacaciones de Semana Santa. Pero es que me agobian mucho las aglomeraciones, los sitios con ruido o abarrotados de gente.
De todos modos, pasé la Semana Santa trabajando para tener a punto el lanzamiento de mi curso online Escuela de Padres. Y es que llevaba sin parar ni un solo día desde Navidades. He estado trabajando todos los días hasta las 12 de la noche como mínimo. Todos los fines de semana, todos los festivos…
Es cierto que tengo mucho trabajo y que me absorbe. Además me apasiona y disfruto muchísimo haciéndolo. Pero es verdad que parte de mi trabajo son tareas administrativas y comerciales que me resultan bastante tediosas y aún no puedo delegar en otras personas.
El resultado es que estaba agotada.
Participo en varios grupos en Facebook de emprendedores digitales. El moderador de uno de ellos nos preguntó un lunes cuál era nuestro objetivo para esa semana. Yo le pregunté en broma: ¿Cuenta como objetivo sobrevivir? Él me respondió: “Bah, en realidad, a los emprendedores nos va la marcha y nos gusta ir así, a tope”.
Tuve que decirle que se equivocaba. Porque es verdad que al principio noté la sensación de llevar el ritmo de otras personas a las que yo admiro. Y eso me hacía sentir que era un poco como ellos. Pero siempre he sabido que este volumen de trabajo no era sostenible, ni yo quería que lo fuese.
Aunque entendía que era el precio que tenía que pagar por poner en marcha mi sueño.
Y así fue. En el último webinar tuve que cerrar las puertas de mi academia online para no perder calidad en la atención personalizada que doy a mis alumnas.
Es habitual que los emprendedores digitales no separemos nuestra vida laboral de la profesional. Y que estemos mucho en “la cueva”, que es como llamamos a nuestro espacio de trabajo, en casa o en el coworking. Es frecuente que perdamos socialización.
Pero he trabajado mucho, y sigo haciéndolo, en mi respeto y autocuidado, como para permitir que el trabajo me quite mi tiempo y mi serenidad. Estas son las cosas que más valoro en la actualidad.
En 2014 aprendí que no hay ningún trabajo que merezca poner en riesgo la salud, ni aunque sea tu pasión.
Lo que esconden los excesos
Por otra parte y siendo honesta, siempre que nos excedemos con algo, ya sean compras, juego, tabaco, alcohol, trabajo, ejercicio, sexo, comida, drogas… es porque hay una carencia que tratamos de llenar con ese exceso. Si has asistido a alguno de mis webinars ya me lo habrás escuchado.
Así es. Toda la energía que dedicas al trabajo, en mi caso, se la estás quitando a otra parcela de tu vida que te satisface menos. Por ejemplo, hay personas que meten muchas horas extras en su trabajo y regresan tarde a casa porque no están bien en su relación de pareja. Así retrasan el momento de enfrentarse al hecho de estar a solas con ella en casa. Lo que pasa es que socialmente se ve como una persona muy trabajadora, sin más.
En mi caso, te he contado varias veces que socializar me cuesta. Cuando cuento esto suele sorprenderle mucho a las personas. Me dicen: “¡Pero si eres muy divertida y hablas hasta con las piedras!”. Y sí, soy una persona extrovertida, pero también tengo claro lo que quiero y lo que no. También tengo muy definidas las personalidades que me suman y las que no me aportan nada o, incluso, me restan.
Y cuando aprendes a estar sola y disfrutas del silencio y de la conexión contigo misma, ha de llegar alguien especial para que te apetezca salir de ese estado tan agradable y compartir tu tiempo con esa persona.
Paso días enteros en silencio. Me encanta. Suelo llevar la música a tope con los auriculares cuando ando por la calle, pero en casa me gusta estar en silencio. Es como si pudiese escucharme y atenderme mejor. Las personas tienden a rellenar ese espacio cuando están solas: ponen la televisión o música.
Pero, si están dialogando con otra persona, el ruido dificulta la comunicación, ¿a que sí? Pues eso me pasa a mí. Que si hay música o ruido de fondo, no me escucho y no me entiendo. Y a mí me gusta prestarme atención.
Entonces, ese estado que me atrae tanto, me impide socializar. Así que para mí es un planazo quedarme en casa trabajando sola y en silencio. Porque adoro lo que hago y disfruto muchísimo. Peeero, no quiero áreas deficitarias en mi vida.
Desde hace años trabajo la socialización como objetivo permanente, así como la flexibilidad. Y sé que cuando miro a mi trabajo, con horarios sin fin, le estoy dando la espalda a salir a la calle y relacionarme con otras personas.
La búsqueda del equilibrio
Al final, lo que te aporta paz es el equilibrio. Y es importante no perderlo o ser consciente de cuándo se te va de las manos. Por eso me he ido unos días a la playa. Esa es la razón de que me fuese sola, porque estaba perdiendo la conexión conmigo misma y con mis objetivos, de puro cansancio.
Y he de decirte que me ha sentado fenomenal. he descansado, he marcado nuevos objetivos, he ordenado ideas, he hecho un montón de fotos, he disfrutado muchísimo conduciendo y también paseando por la playa.
Así que, una vez más, te pongo mi experiencia profesional sobre la mesa y me desnudo ante ti para que tú puedas hacer lo mismo. Y si tienes excesos en tu vida, sean del tipo que sean, pregúntate qué estás tratando de compensar con ellos.
Y, ya sabes, después de una toma de conciencia debe venir la responsabilidad de emprender acciones que hagan posible el cambio. Porque, como dijo Confucio: “Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces, entonces estás peor que antes”.
Te invito a buscar siempre el equilibrio. A mí es lo que me da paz.
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