Si eres de las personas que pierden el control con las comidas de Navidad, en primer lugar, deja de sentirte culpable: Es algo que afecta a casi todos en nuestra sociedad. Pero es posible vivir esta época de un modo diferente. Vamos a intentar que no afecte a tu bolsillo, a tu peso, ni te haga sentir culpa.

Estos son mis consejos:

1.- Haz lo que te dé la gana

Sí, sí, como suena. Las comidas de Navidad son eventos que quizá no te apetezcan lo más mínimo. Es tan sencillo como rechazarlos. Puede ocurrir un compromiso especial, como que por primera vez consigue reunirse toda la familia. O hay un miembro de la misma muy mayor y es posible que las próximas Navidades ya no esté… Pero libérate de la obligación de ver a personas con quien no deseas compartir mesa.

Nos debatimos siempre entre lo que deseamos hacer y lo que creemos que debemos hacer. Busca el término medio y aprende a respetarte a ti misma. La primera vez cuesta, pero sienta precedente para el futuro. Si una persona no existe para ti el resto del año, no tiene sentido que haya que quedar bien sólo por ser Navidad. Eso no es amor, es hipocresía. Y lamento ser tan dura.

Piensa también que, estar expuesta a personas que te generan emociones negativas, te llevarán a comer de más. Lo usarás como válvula de escape.

2.- Las comidas de Navidad no significa comer hasta enfermar

Entiende que la Navidad es reunir en torno a la mesa a tus personas más queridas y celebrar juntos las fiestas. Esto no tiene por qué significar gastar grandes cantidades de dinero, ni comer hasta sentirnos mal.

Antiguamente, la cesta de la compra era muy modesta, de modo que en Navidad se hacían excesos que no podían permitirse el resto del año. Ahora tenemos acceso a marisco y otras comidas durante todo el año. No tiene sentido comprar como si hiciésemos provisiones ante una catástrofe.

3.- Si eres la anfitriona, disfruta

Es habitual que la anfitriona cargue con casi todo el trabajo de compra y cocina, así como de recoger después. No tengas reparos en pedir ayuda al resto de comensales y emplázalos un par de horas antes para que ayuden.

Otra opción es que cada cual aporte un plato diferente, de modo que la comida se prepare entre todos. También puedes recurrir a platos precocinados o canapés, de forma que sólo tengas que calentar o dar una última cocción. Trata de no estar toda la celebración haciendo viajes a la cocina. ¡Simplifica, también es Navidad para ti!

4.- Come sólo lo que te apetezca

Con frecuencia mis clientas me dicen que cuando van de invitadas a una casa, se ven en la obligación de comer lo que les ponen. Esto sucede porque ven como un desprecio decir que no. O, en el caso de que pidan menos cantidad o digan que no les apetece, se ven presionadas ante la insistencia de la anfitriona.

Estas, a veces, caen hasta en el chantaje emocional del tipo: “Con lo que me ha costado prepararlo” o “No me vas a hacer este desprecio” o “Lo he comprado a propósito para ti”. El tiempo que ha invertido en cocinar es su problema, así que no permitas que sea el tuyo.

Socialmente, usamos la comida como vehículo de afecto y amor. Alguien que te aprecia te cocina algo rico con todo su cariño y por eso se puede sentir mal si lo rechazas. Pero hay que hacerles entender que nuestros sentimientos no van dentro de ese plato. Es importante que entiendan que rechazas su comida, no a ellos. De modo que puedes usar alguna expresión del tipo: “Te lo agradezco muchísimo y tiene una pinta exquisita, aunque prefiero no tomarlo”. O también: “El motivo de venir a tu casa hoy es el de compartir contigo este día tan especial porque te quiero mucho, aunque prefiero no comer este plato”.

Si no respeta nuestra decisión y nos lo sirve igualmente, siempre podemos dejarlo en el plato. Si ella no nos respeta, no tenemos por qué hacerlo nosotras.

Es habitual sentirnos raros cuando hacemos rechazos de este tipo, pero os aseguro que es un entrenamiento y cada vez cuesta menos y te sientes mejor. Si tú misma no te respetas y pones límites a los demás, nadie lo hará.

5.- Trata de no justificarte

Aunque al principio es difícil rechazar sin poner una excusa. Pronto aprenderás que cada justificación tuya vendrá seguida de un argumento suyo para derribarla. Si dices que estás a dieta, te dirán que por un día no pasa nada o que no te hace falta adelgazar. Aunque expliques que eres vegana, te dirán que eso sí que lo puedes comer. Si dices que cierto alimento te sienta mal, te dirán que apenas lleva… y así indefinidamente. Lo mejor es “Gracias, sé que te sale de maravilla este plato, sin embargo, hoy prefiero comer este otro”. Punto.

6.- Si temes perder el control, haz un pacto previo.

Las comidas de Navidad son interminables y pasamos horas delante de dulces y comidas apetitosas que nos llevan a comer de más. Si te cuesta controlarte al estar expuesta a tanta comida, haz un pacto previo. Antes de salir de casa y sin estar expuesta aún a los alimentos, pacta contigo misma qué platos y en qué cantidad eliges tomar.

Cuando acabes, lávate los dientes o mastica un chicle de menta, o toma una infusión (o varias si se alarga la sobremesa). Prepara cualquier ritual que te haga sentir que la comida ha finalizado.

7.- Las navidades son 5 comidas

En realidad las comidas de navidad señaladas son las cenas de Nochebuena y Nochevieja. Así como las comidas de los días de Navidad, Año Nuevo y Reyes. Luego, si lo piensas bien, no tiene sentido alterar nuestro plan de alimentación desde mediados de diciembre hasta pasado Reyes.

Es más, lo lógico sería mantener una alimentación ligera el resto de días para compensar los excesos de los días señalados. Sé coherente y no utilices la Navidad como excusa para permitirte comer lo que te prohíbes el resto del año.

Si sucede esto es porque el resto del año vives a dieta o restringiéndote, por esa razón aparece la compulsión en estas fechas. Revisa cómo te alimentas de forma habitual.