Mi día a día

Cada mañana, me levanto temprano y hago ejercicio. Acudo al gimnasio o hago una caminata, a paso rápido, de entre 5 y 10 kilómetros. Una vez en casa, disfruto del placer de una ducha caliente. Y, con la toalla aún enroscada en mi pelo, a modo de turbante, me dispongo a desayunar.

Uno de los primeros buenos hábitos que incorporé durante el proceso de superación de mi trastorno de alimentación fue el del desayuno, haciendo de esta comida un auténtico ritual. Selecciono los alimentos que más saludables y apetecibles al paladar me parecen. Habitualmente, suele ser yogur con semillas de lino recién molidas, salvado de avena, una fruta troceada y quizá unas nueces. Otras, una rebanada de pan de espelta con requesón y mermelada.

coaching zaragoza trastornos alimentacionDurante años, he sido capaz de levantarme quince minutos antes para que mis niños no enturbiasen este momento de paz con su bullicio. Era mi momento. Cuidaba la presentación de la comida y lo tomaba despacio y de forma calmada. Sigo haciéndolo.

Después de eso, preparo una taza de café con leche o té y me siento en mi despacho de casa para comenzar mis sesiones de coaching. Durante mi formación, tenía dudas de que las sesiones por Skype resultasen igual de efectivas que las presenciales. Los profesores nos aseguraban que eran igualmente válidas. Hoy puedo confirmarlo.

Mis sesiones de coaching online

Es cierto que se pierde algo de conexión y del lenguaje corporal. Pero, a cambio, el coachee se conecta desde su casa, en un entorno completamente seguro para él, que le permite abrirse sin restricciones.

El otro día comentaba con un amigo las sensaciones que me produce ser coach y él me dijo «Me encanta verte así». Pero el tema es que me paso todo el día así, feliz, enchufada, dando gracias por la oportunidad única y maravillosa de vivir de mi pasión. Por hacer mi sueño realidad y ayudar a que otros cumplan el suyo.

Cada sesión es un torrente de emociones a uno y otro lado de nuestros portátiles. Hay momentos muy duros, emociones intensas en las que querrías poder atravesar la pantalla y abrazar al otro. Hay días intensos en los que terminas con la mente completamente agotada y necesitas liberar.

Pero lo que siempre se acaba apoderando, son los momentos en los que los coachees se sienten felices por haber conseguido su objetivo semanal; la forma en que hacen balance de su progresión, semana a semana, y ni ellos mismos se creen todo lo que han conseguido. Somos tan duros con nosotros mismos, que, en varias ocasiones me han dicho que eran las personas de su entorno quienes notaban la mejora, pero que ellos no notaban que hubiesen cambiado tanto. Ese momento me fascina, comienzo a leer los apuntes de la primera sesión y no se reconocen. Más de uno ha llorado en ese instante. Y es que muchas veces focalizamos en lo que nos queda por hacer y no somos conscientes de todo lo que hemos conseguido ya.

Puedo entenderlos, porque lo he vivido

Aunque no todos mis clientes acuden por una mala relación con la comida, lo cierto es que este es el motivo por el que casi todos ellos acuden a mí. Con ellos vibro especialmente, porque cada momento que atraviesan y me  relatan, yo lo he vivido igual que ellos. Y sé perfectamente todo el sufrimiento, desánimo y desesperación que hay detrás. Por eso, hay un momento que roza la magia, y es cuando consiguen superar la compulsión. Y me describen ese estado exactamente como yo lo viví. Con expresiones como: «Es increíble, me siento sereno, de no vivirlo es inexplicable», «No puedo creer que no necesite la comida, ni piense en ella», o «Ahora me siento más conectado conmigo mismo y escucho a mi cuerpo».

Y es que es así. La compulsión, la obsesión por comer y el esfuerzo por no hacerlo, nos crean un ruido mental insoportable que nos acompaña durante todas las horas de vigilia. Nadie que no haya vivido con eso tiene ni la más remota idea de lo que estoy contando. Y, de repente, un día logras que la compulsión desaparezca. Es como si alguien apagase de golpe una música ruidosa y estridente que sonaba a todo volumen.

El privilegio de vivir de tu pasión

Ayudar a otras personas a llegar a ese punto es, simplemente, increíble. Compartir con ellas todo el proceso y esos momentos especiales es un auténtico regalo que me ha hecho la vida. Me siento una privilegiada por poder dedicarme al coaching. ¿Puede haber una profesión más bonita que ayudar a otras personas a cumplir sus sueños?

Así que, gracias a mis clientes. A esas personas que llegan hasta mí, que se secan las lágrimas ante la webcam en la primera sesión. Y que suelen terminar de contarme la historia de su vida con un «… y esto no se lo he contado nunca a nadie». Gracias a ellos, mi vida ahora es infinitamente más plena y tiene un sentido que nunca antes había encontrado. Tengo la suerte de haber descubierto para qué estoy aquí. Y eso me hace inmensamente feliz.

Gracias a todos los que habéis confiado en mí para cumplir vuestro sueño. Porque estáis contribuyendo a cumplir el mío.