A través de Instagram, veo muchos perfiles de vendedores de Herbalife,o gente del mundo fitness, que se autodenominan «coaches nutricionales», «Wellness coach» o cualquier otro título con la palabra coach.

Vaya por delante que esta entrada no va contra la empresa de suplementos en la que trabajan estas personas, sobre la que tengo mi propia opinión personal, pero que me voy a reservar porque no viene a cuento. Cada cual se gana la vida como quiere o puede, pero lo que no se puede es decir algo que no es verdad.

Cuando cursábamos nuestra formación universitaria en coaching, bromeábamos con los compañeros en el grupo de wasap cuando veíamos anuncios del tipo «Hazte coach! Curso por 30 euros» e ironizábamos con lo pardillos que habíamos sido pagando un curso respaldado por la Universidad Juan Carlos I, homologado y reconocido por las principales asociaciones de coaching, nacionales e internacionales, que costaba 200 veces más.

Hace algún tiempo, eran muchos más los vendedores de esa marca que se autodenominaban «coaches» y he de reconocer que, la mayoría de ellos, han cambiado esa palabra de su biografía para sustituirla por otras mucho más acertadas, como «motivador», «asesor» o «entrenador». Ninguno de estos títulos implica, a mi modo de ver, menor valía que ser coach. Simplemente, son cosas distintas. Por ejemplo, yo no soy psicóloga, ni hago terapia. Las personas que viven un proceso de coaching, se les dice coachees o clientes, nunca pacientes. Tampoco soy nutricionista, ni mando dietas a nadie.

Yo no estoy poniendo en tela de juicio si estas personas han recibido una formación homologada en coaching, ni si con sus clientes mantienen procesos de coaching, según el protocolo establecido por la International Coaching Federation. Lo que es seguro, es que un auténtico coach jamás te va a vender ningún producto.

En un proceso de coaching, un coach no juzga, no opina, no da pautas, ni consejos. ¡Como para vender batidos! Su tarea es, mediante preguntas y comunicación directa, hacer que el coachee se mire hacia adentro y se vaya conociendo a sí mismo, ayudándole a encontrar sus propias respuestas y dotándole de herramientas para tomar sus propias decisiones, marcar su objetivo y establecer un plan de acción.

Por eso, yo siempre digo que en mis procesos hago un híbrido de coaching con mentoring. Porque, a día de hoy, veo improbable superar un trastorno de alimentación sólo con coaching puro. Y, al final, lo que me vale es que las personas que confían en mí consigan su propósito, que es dejar de comer de forma compulsiva y tener una relación sana con la comida. Y no animo a nadie a comprar nada.

Un proceso de coaching es un viaje de autoconocimiento que te produce un cambio a nivel intrapersonal y, por lo tanto, duradero. No vuelves a ser la misma persona después de vivir un proceso de coaching, te lo aseguro.

Estoy completamente enamorada de mi profesión, me siento una privilegiada por poder trabajar como coach. Por eso, no me gusta que personas que son asesores, motivadores, entrenadores, comerciales o vendedores, usen el nombre de una profesión que va mucho más allá de una dieta para bajar de peso. Desde el más profundo respeto a su trabajo, que seguro que les gusta tanto como a mí el mío. Pero las churras, churras; y las merinas, merinas.