Descorazonada me he quedado al leer las críticas de la nueva producción Disney-Pixar “Del revés” (Inside out). La tachan de sensiblera y lacrimógena y argumentan que es mucho más difícil hacer reír que llorar y que la productora se ha relajado con esta película.
Mi hermana la vio hace mucho, porque la estrenaron antes en Francia, y me escribió para contármelo: “Te va a encantar”. Iván, el primero de mis compañeros de coaching que fue a verla, lo advirtió en el grupo de wasap: “Está genial”. Yo la he visto dos veces, la primera sola y esta semana con mis hijos.
Evidentemente, si esperas la típica película de Disney para reírte a carcajadas, no lo es. Si esperas el típico musical, tampoco (aunque yo aún no me he quitado de la cabeza el jingle de “Triple dental”). Y si esperas la rosiazucarada cinta de princesas… pues va a ser que no. Pero si lo que esperas es la explicación de conceptos tan complejos como emociones, recuerdos esenciales, memoria a largo plazo, olvido, sueño, mente, pensamiento asbtracto o subconsciente, utilizando el increíble mundo de la animación, te aseguro que te va a fascinar.
Las cinco emociones básicas manejan desde la zona de control el estado de ánimo de la pequeña Riley de once años. El protagonismo lo asumen Alegría (una pizpireta réplica de Campanilla de pelo azul) y Tristeza (una niña azul gordita y con gafas, ¡vaya con los tópicos!), aunque también participan Asco, Ira y Miedo, y vamos viendo el papel que ocupan cada una en la gestión emocional de Riley. Hay un momento, especialmente divertido, en que la pequeña conversa con sus padres y podemos ver en acción a las cinco emociones básicas de cada uno de los interlocutores y en cómo actúan de modo diferente en el caso de la niña, del padre o de la madre, así como las reacciones fisiológicas que producen en cada uno de ellos.
El traslado de Riley y su familia a San Francisco, unido al inicio de su pubertad, desencadenará una serie de estados anímicos desconocidos para la pequeña. Veremos cómo con sus recuerdos esenciales se van construyendo los pilares de su vida y su personalidad: la isla del hockey, la de la amistad, la de la familia, Payasalandia… Estos recuerdos quedan impregnados de la emoción que la acompañaba en el momento en que lo vivió, que en la película se representan por colores: azul para la tristeza, amarillo para la alegría, rojo para la ira, verde para el asco y lila para el miedo.
Gracias a un pequeño accidente, podremos adentrarnos en la memoria a largo plazo y ver cómo hay recuerdos que dejan de estar vivos y acaban en el vertedero de recuerdos, ya que nuestro cerebro no es capaz de almacenar tanta información y debe hacer limpieza periódicamente. Una visita al subconsciente nos mostrará los peores y más irracionales miedos que alberga.
El director, Pete Docte, contó con la ayuda de dos científicos de la Universidad de California para reproducir, lo más fielmente posible, el papel de las emociones. Dichos especialistas reconocieron no poder ajustarse al cien por cien de la realidad por necesidades del guión.
A mí me ha parecido una película maravillosa, donde el mensaje final es que no hay emociones malas. Mientras que Tristeza se presenta durante la primera mitad de la película como un lastre y un personaje empeñado en contaminar y estropear los recuerdos felices de la protagonista, más adelante veremos cómo es tan necesaria como Alegría y que, muchas veces, un estado alegre llega tras otro de tristeza.
Las personas que nos movemos en el mundo de la Inteligencia Emocional no entendemos cómo esta habilidad no se enseña en los colegios desde edades tempranas. Reconozco que la película es compleja para un niño pequeño, pero me alegra ver que vamos avanzando en este sentido y haciendo accesibles estos conocimientos y capacidades. Totalmente recomendable.
Hace una hora que terminé de verla en HBO, sólo en casa, y aún estoy llorando.
Francamente, una peli capaz de superar en lágrimas al episodio de Futurama en el que el perro de Fry le espera durante años delante de la pizzería, no puede merecer jamás que la vilipendien.
Los críticos profesionales quizá deberían plantearse leer un poco sobre Inteligencia Emocional para entender el mensaje divulgativo. Afortunadamente, el resto de los «mortales» lo hemos entendido perfectamente, y el hecho de que niños y no tan niños se queden con ese mensaje final de que todas las emociones son válidas y que no nos las tenemos que guardar, me parece mucho más constructivo y positivo que todas las películas españolas sobre la Guerra Civil juntas.
He llorado muy a gusto y espero volver a hacerlo.
Me alegro muchísimo de que te haya gustado, Abel. Un abrazo. :-=