Frecuentemente, el sobrepeso, la obesidad y los trastornos alimentarios se asocian con baja autoestima. Pero ¿qué es realidad la autoestima? Cuando pensamos en ello, nos viene automáticamente la imagen de una persona mirándose al espejo y frunciendo el ceño mostrando desagrado por lo que ve. Partimos de la base de que somos incapaces de querernos a nosotros mismos, mientras tengamos un aspecto físico que no encaja con el que deseamos. Pero esto no es del todo cierto, porque ¿acaso las personas que más amas en tu vida tienen cuerpos de estética perfecta? ¿De verdad crees que los amarías más si fuesen más guapos y más delgados? Entonces, ¿qué sentido tiene que para amarte y respetarte a ti misma necesites estar dentro del canon estético que nos impone la sociedad?

Se nos ha vendido, social o culturalmente la ecuación «valía = resultados». Es decir, si no consigues lo que se espera de ti, no vales. Esto, no sólo es completamente falso, sino que crea una hiperexigencia que nos sale muy cara. Porque, ¿qué se espera de nosotros hoy en día? En el caso de las mujeres, debemos demostrar nuestra valía en el ámbito profesional, sin desatender la casa (y aunque me vais a decir que en esto hay igualdad, paraos a pensar tan solo en el concepto que se genera si una mujer tiene su casa sucia y desordenada; aspecto mucho más «permisible» en un hombre), madre abnegada, esposa cariñosa y cumplidora en terreno sexual, cuidadora de padres dependientes en algunos casos… y, además de todo esto, hay que estar siempre guapa, arreglada, radiante, con el pelo limpio y delgada. Olé y olé. Y luego nos sorprende que haya personas con la autoestima baja.

Aunque la foto es de mala calidad, he querido incluirla porque es la que ha dado origen a este artículo. Me la hice con mis amigos el pasado fin de semana. Según la OMS me sobran 20 kilos, pero yo me siento estupenda. ¿Estaría mejor más delgada? Puede. Pero la autoestima no está reñida con el peso.

Para mí, el concepto de autoestima es muy sencillo. Para ello sólo hay que pensar en el tipo de persona que querrías ser y valorar a cuanta distancia estás de ese prototipo. A mayor distancia, menor autoestima; son valores inversamente proporcionales. El problema es que construimos ese prototipo basándonos en el plano físico, fundamentalmente, y aderezado con una buena dosis de hiper exigencia.

Un ejercicio que hago habitualmente en mis sesiones de coaching para superar los trastornos de alimentación, es pedirle a mi coachee que redacte una lista con las personas que más admira. Pueden ser familiares o personas cercanas, o famosos a los que jamás verá en persona. Seguidamente, escribir junto a cada uno una lista de los valores y cualidades que hacen que esas personas sean objeto de tu admiración. Os puedo asegurar que nunca nadie ha puesto en ese listado palabras como «delgado» o «guapo». Lo que admiran de ellos es su perseverancia, su empatía, su generosidad, su sinceridad…

La segunda parte del ejercicio consiste en buscar dentro de uno mismo esas cualidades que aprecias en los otros. No sólo cumples ya muchas de ellas, sino que, lo más probable, es que tú mismo seas una persona admirada y de referencia para alguien de tu entorno.

Para hacer una valoración justa hay que tratar de ser objetivo. No puedes decir que no eres perseverante porque abandonas las dietas para bajar de peso, cuando fuiste capaz de finalizar tu carrera universitaria, obtener el permiso de conducir, levantarte varias veces en la noche porque llora tu hijo, intentar mil veces cocinar la paella hasta que le cogiste el punto y madrugar cada mañana para acudir a tu trabajo. Para todas esas cosas se necesita perseverancia, así que… ¿quién te ha dicho que no eres perseverante? Lo que nadie puede hacer es ser perseverante absolutamente en todo.

Si algunas de las cualidades que admiras no las cumples, siempre puedes diseñar un plan de acción para ejercitarlas y adquirirlas. Sólo necesitas proponértelo y empezar.

A título personal os diré que soy una persona que me muevo por valores. Mi sistema de valores rige mi vida y cada decisión que tomo. Eso me permite mirar atrás y no arrepentirme de nada de lo que hice. Ser consecuente con mis valores me da una paz y serenidad increíble. Para mí es mucho más importante trabajar mis planos emocional y mental, que el físico. Del físico me preocupa el aspecto saludable, pero no tanto el estético.

Hace poco le decía a un amigo que a mí me gusta como soy, porque cuando detecto algo de mí misma que no me gusta, trabajo para cambiarlo. Eso no me garantiza gustarle a los demás, obviamente, pero sí que me da la seguridad de gustarme a mí misma y sentirme orgullosa de la persona que soy. Y eso te pone la autoestima por las nubes, aunque la OMS diga que te sobran 20 kilos.

He pesado 108 kilos y también 63. En ninguna de esas cifras me sentí tan bien conmigo misma ni me gusté tanto como ahora. Y es curioso como, cuando te sientes bien contigo mismo a nivel emocional y mental, el aspecto físico deja de importarte tanto. Yo me miro al espejo y me veo gorda, sé que no respondo al canon estético que nos impone la sociedad en la que vivo, pero, curiosamente, ¡me gusto! Y sí, me gustaría bajar de peso, pero no es mi prioridad, es por eso que no me lo he propuesto en serio todavía. Porque es incompatible con otro objetivo que me marqué recientemente y os explicaré más adelante, y que ya casi tengo conseguido.

Alcanzar tus metas no es una cuestión de fuerza de voluntad, sino de que sean lo suficientemente importantes y prioritarias para ti.