Me desagrada bastante usar anglicismos, pero lo cierto es que ghosting define perfectamente la situación. Sobre todo, porque fantasma tiene otra acepción en nuestro idioma, que nada tiene que ver.
Las redes sociales y las relaciones
Seguro que has leído montones de artículos donde se dice que las redes sociales están desplazando a los encuentros presenciales. Es habitual ver personas reunidas en una cafetería y que cada uno esté atendiendo a su móvil.
No voy a entrar hoy a valorar esto, lo que sí es seguro es que está cambiando nuestra forma de comunicarnos. Y, por lo tanto, de relacionarnos.
En la era de la tecnología abundan las webs y aplicaciones móviles de citas para conocer gente (dating). Se envían fotos y texto con alto contenido erótico o explícitamente sexuales a través de mensajería móvil (sexting). Los usuarios que los envían reconocen que se ha convertido en parte del cortejo. Incluso se utiliza entre parejas estables para aportar un toque picante que evite que la relación caiga en la rutina.

Antes, si querías echarte novio tenías que encontrarlo en tu círculo de amistades, trabajo, residencia… O aventurarte a salir de ligue por las noches. Hoy, las páginas de contactos te permiten conocer en segundos a una persona que vive en la otra parte del mundo. También ver sus fotos, conocer sus aficiones y hablar con ella. Países como Francia nos llevan una gran ventaja en este asunto. Allí es muy habitual que las parejas se conozcan por este método. Meetic, por ejemplo, lleva más de 15 años operando.
¿Estamos preparados?
Todo esto está genial, abrimos mente, aumentamos oportunidades y nos lanzamos a la seducción digital… Pero ¿cuál es el problema? Resulta que moverte en este medio es como nadar en el mar cuando sólo te has mojado en la bañera de tu casa. Esa foto sugerente que mandas en un momento de calentón se puede hacer viral en redes sociales en cuestión de minutos. O puede ser usada para chantajearte moral y económicamente.

Pero hay algo que me parece mucho más preocupante y es el modo en que las personas juegan con los sentimientos de los demás. Individuos sin escrúpulos o con las ideas poco claras han existido siempre. Pero nunca antes había sido tan fácil tener a todas tus presas en un escaparate y pasar de una a otra con la chulería del torero en su paseíllo.
El turismo emocional
Y cuidado, que ni siquiera estoy hablando de promiscuidad, ni de juicios morales. Estoy hablando de lo que hace unos años comenzó a llamarse turismo emocional. Es decir, personas que disfrutan con el juego de la seducción, ávidas de emociones intensas. Que pierden el interés con rapidez y pasan a la siguiente. De oca a oca y tiro porque me toca. Hablo de personas en general, ya que esta situación se da en ambos géneros.
Aquí tampoco entran las personas que empiezan a quedar para conocerse. Y, al cabo de unas citas, se dan cuenta de que no son lo que esperaban o no surge la química. Van perdiendo contacto, o incluso lo hablan y deciden dejarlo ahí.

Los turistas emocionales son intensos, llegan a tu vida y arrollan. Te fríen literalmente a mensajes de whatsapp y llamadas. Quieren verte todos los días. El enamoramiento, el ritual del cortejo, produce una reacción química en el cerebro similar a la que se consigue con el consumo de drogas. Y hay personas que se enganchan a esta sensación, necesitan su chute. Este, además, refuerza su ego y autoestima al saberse deseados por otras personas.
Cuando ya han tenido bastante, bajan de intensidad drásticamente. Mientras tú intentas encontrar una explicación a lo sucedido, el turista emocional ya está plantando la sombrilla en su siguiente destino. Son como los monos, no sueltan una rama hasta tener otra de la que colgarse.
El terrorismo sentimental
A partir de aquí pueden ocurrir dos cosas: O bien que desaparezca, o que se convierta en un merodeador ni contigo ni sin ti. Sea como sea, entramos en el terreno del terrorismo sentimental.

Y es que, realmente, llegas a pensar que la culpa es tuya: «Nadie desaparece de la noche a la mañana, todo iba genial. Algo habré hecho mal o quizá no soy lo que esperaba», te dices. ¡Relax! La era digital nos sirve para encontrar el amor o alguien que despelleje tus sentimientos en internet. Pero también para tener acceso a mucha información e, incluso, experiencias de otros usuarios. Ahí es donde descubres que se cumple la odiosa frase de «No eres tú, soy yo». Porque sí, definitivamente, son los depredadores emocionales los que tienen un problema. Y tú también como no aprendas a detectarlos a tiempo.
Breadcrumbing
Así, buscando información, descubrí que los perrohortelanistas, estos que ni comen ni dejan comer. Que hoy te adoran, mañana desaparecen. Al cabo de unos meses retoman contacto y ahora parece que sí. Pero cuando te vuelves a ilusionar, salen por piernas otra vez. Aunque como se enteren de que estás con otra persona resulta que nunca te olvidaron… se llaman breadcrumbers.

¡Siiiii, como lo oyes! Es que hay tantos que hasta los han etiquetado. Como su nombre indica, son sembradores de migas de pan, es decir, van dejando señales. Puede ser un whatsapp inesperado al cabo de meses. Una llamada perdida, un like en una de tus fotos de Instagram sin venir a cuento (mejor si es un retrato tuyo)… Son mensajes repetidos pero que no implican compromiso de ningún tipo, ni deseo de volver contigo. Sólo son llamadas de atención, en plan: «Hey, estoy aquí y no soporto que dejes de pensar en mí». Pero que funcionan, porque logran crear una dependencia emocional que pone a la víctima en un callejón sin salida.
También se le conoce como benching, ya que supone dejar a la persona en el banquillo, por si le falla el plan A. O como zombing, ya que el muerto vuelve a aparecer.

Y, si crees que el breadcrumbing supone lo más bajo y deleznable en la jerarquía del dating, espera a conocer el ghosting…
Ghosting
Los gosthers aterrizan en tu vida de forma intensa, como los anteriores. Lo que los diferencia es que estos desaparecen de la noche a la mañana. Sin dejar rastro y para siempre. Puedes llevar dos años de relación y el ghoster sale de tu vida de cuajo sin una triste explicación, ni siquiera por whatsapp. Nada. Como si se los hubiese tragado la tierra. De hecho, tu primer pensamiento es que quizá le haya pasado algo malo. Pensamiento que se derrumba cuando ves que él sigue publicando en sus redes sociales. Y lleva su vida de siempre, sólo que tú ya no estás en ella. No entiendes nada. Le llamas, le escribes, pero no obtienes respuesta. O ésta es tan ambigua que no te aclara nada.
Para la víctima es muy difícil cerrar el ciclo y elaborar el proceso de duelo por la separación. Ya que no entiende qué ha pasado y no obtiene respuestas que le ayuden. Nuestro cerebro no tolera la incertidumbre.

Aplicaciones ghosting
Si no te mueves en estas lides, es probable que creas que estoy exagerando. Como muestra, puedo hablarte de la aplicación Ghostbox que finiquita la relación por ti. Cada vez que llega un mensaje de la persona que quieres abandonar, el programa responde con un mensaje insustancial y con poca carga emotiva. Hasta que la otra persona entiende que se ha perdido el interés y cesa la comunicación.
Una encuesta online realizada por la web de citas Plenty of Fish, concluyó que casi el 80% de los participantes habían cortado relaciones vía ghosting.

La era de la ausencia de empatía
Las personas tenemos graves problemas de comunicación, no se nos ha enseñado a reconocer y verbalizar nuestras emociones. Preferimos desaparecer a enfrentarnos a la otra persona y decirle «Tengo miedo». O «Nuestra relación no cumple mis expectativas». O «Necesito que esto vaya de un modo diferente».
Pasamos de puntillas por las relaciones para no mancharnos los zapatos si aparece barro. Mandamos a las citas drones pilotados desde el móvil, sentados en nuestro sofá. Dejamos el paquete emocional en casa, a salvo. «Para que nada nos separe, que nada nos una», como dijo Neruda.
En la «era de la comunicación» lo que está haciendo la tecnología es facilitar la evitación. Antes, alguien de tu barrio o del trabajo, no podía desaparecer de tu vida sin darte explicaciones a la cara. Como siempre, los medios y herramientas son excelentes. Pero depende del uso que hagamos de ellos.
Como ves, ambos responden a un patrón casi idéntico, que sólo cambia en que uno mantiene la relación en tiempo muerto y el otro la finaliza. En ambos casos, hay que destacar la falta absoluta de empatía. Ya que no conectan con las necesidades emocionales de la persona que dejan y piensan sólo en sí mismos. Esto, que muchos tachan de inmaduro e infantil, roza el comportamiento narcisista. Donde el Narciso seduce a la víctima de forma rápida hasta crearle dependencia de él. A partir de ahí, comienza su juego perverso de manipulación hasta que la destroza.

Un patrón que se repite y permite identificarlos
Lo único bueno de que una persona como las descritas anteriormente pase por tu vida es que aprendes a detectarlas y a identificarlas de lejos. De ti depende negar la evidencia y dejarte arrastrar, creyendo que esta vez será diferente. O hacer caso al instinto en cuanto identifiques el patrón de montaña rusa emocional que siempre repiten.
Si quieres saber más sobre el tema y, además, narrado en exquisita clave de humor, te recomiendo el libro y monólogo en el Pequeño teatro Gran Vía de Marta Gonzalez de Vega «De Caperucita a loba en sólo seis tíos», o el artículo «Deja de marearme, chaval» de Las Claves de Sol, sobre los breadcrumbers, o mareadores, como ella los llama.