Ser feliz es un propósito. Pero hay personas que esperan que un día le llegue la felicidad, como quien espera la lluvia de abril o las rebajas. Convencidos de que, antes o después y aunque no hagan nada para que suceda, llegará.

¿Dónde se encuentra la felicidad?

Para mí, la felicidad, la juventud o la Navidad, son estados de ánimo y tú puedes elegir sentirlos o no. Es una cuestión de actitud, de proactividad. De dejar de creer en el destino y empezar a crearlo. La felicidad de uno es algo demasiado importante como para dejarla en manos ajenas. Yo soy la dueña y única responsable del núcleo de mi felicidad, Y hay unos anexos que, inevitablemente, dependen de otras personas y situaciones. También se ven alterados en mayor o menor medida, según las circunstancias.

Pero hay un lugar, el epicentro de mi ser, ese donde vibra mi esencia más pura, que lo protejo de cualquier cosa que lo desestabilice. Lo alimento de amor, de sueños cumplidos y de situaciones que me hacen sentir mariposas en el estómago. Intento estar siempre enamorada, ilusionada Y no hablo de parejas, hablo de vivir como si estuviese aquí de vacaciones y por tiempo limitado.

¿Cuando vais a la playa o hacéis una escapada, no tratáis de estar relajados, aprovechar al máximo y disfrutar? ¿Visitáis allí lugares que no habéis conocido en vuestra propia ciudad porque ahora estáis de paso y es muy probable que no volváis a ese lugar? ¿No es en Navidad cuando perdonamos más ofensas y nos suben los niveles de la solidaridad y del amor universal? Pues eso, pero todo el año.

Ser feliz cumpliendo sueños

Te cuento dónde la buscaba yo

Me casé con 28 años y estuve hasta no hace mucho tratando de sumar fuerzas junto a otros para cumplir mis sueños. Como un emprendedor busca un socio junto al que sacar adelante su empresa. Buscaba apoyo en una pareja y esperaba encontrar la felicidad en esa versión azucarada del amor de la pelis de Hollywood.

Y sí, cada vez que un hombre empezaba a hacerse sitio en mi corazón, traía las promesas: «Juntos haremos», «Más adelante…» Pero no llegaban los hechos. Pasaban los meses y mis expectativas se desinflaban como las magdalenas cuando abres la puerta del horno antes de tiempo.

Pero aprendí a ser feliz

Aprendí que la levadura que impulse mi vida no serán mis parejas, ni mis hijos, ni mi familia o amigos… Entendí que crear expectativas genera desilusiones. Durante muchos años no lo entendí: ¿Cómo se puede no esperar nada de nadie? Bueno, yo no digo que haya llegado a ese punto, propio del maestro Yoda. Pero sí que mis expectativas hacia los demás han bajado considerablemente. Y, proporcionalmente, han aumentado las mías.

Hablo de expectativas, no de exigencias. Yo me conozco, sé cómo soy y hasta dónde llego. Eso me permite generar expectativas justas hacia mí misma, sin entrar en la hiper exigencia a la que me sometía hasta hace unos años.

Marcarme retos y lograrlos. Cumplir deseos. Cantar y bailar. Conocerme cada vez mejor. Emprender proyectos profesionales que me apasionan. Conocer personas interesantes. Quererme más y más. Perdonar y perdonarme. Bucear en las relaciones intentando entenderla. Reír. Comprender ese caos que aún se me escapa. Gritarle te quiero a la vida cada mañana. Dar las gracias por millones de cosas. Buscar mi sitio. Sentirme grande y parte de un todo. O infinitesimalmente pequeña, son algunas de las cosas que alimentan mi felicidad nuclear. En eso consiste ser feliz, no hay más.

Creer en mí y crear mi vida. Dejar de pedir deseos y empezar a cumplirlos. Y, a partir de ahí, comenzar a VIVIR.