A finales de marzo saltaba a los medios la donación del empresario Amancio Ortega de  320 millones de euros a la sanidad pública española para renovar aparatos oncológicos. Según sanitarios entrevistados, tenemos una aparatología propia del tercer mundo, hay enfermos de cáncer que esperan meses a recibir su tratamiento y algunos fallecen antes de poder ser atendidos. Con esta cantidad, se podrán comprar 290 aparatos oncológicos de última generación para todo el país.

No faltaron las voces que acusaron al empresario de querer lavar su imagen, que cargaron las tintas sobre él dudando de la procedencia de su fortuna o minimizaron su gesto diciendo que esa cantidad de dinero era despreciable frente a su inmensa fortuna.

Estoy segura de que hay muchas personas que se han enriquecido gracias a la falta de escrúpulos y valores, pero de lo que sí que estoy segura es que ninguno de ellos ha compartido esa riqueza con la generosidad que lo ha hecho Amancio Ortega. Quizá los 320 millones de euros sean calderilla para Ortega; mi pregunta para quienes lo critican es ¿cuánta calderilla has donado tú para la lucha contra el cáncer?

Es infinitamente más fácil criticar y desvalorizar lo que hacen otros, antes que mirar lo poco o nada que hacemos nosotros. Lanzamos cortinas de humo para que nos sea más fácil digerir que no somos tan generosos como nos gustaría. Hay gente que, cuando no brilla, necesita apagar la luz de quien sí que lo hace.

Cuando las aguas se habían calmado y ya íbamos viendo en titulares las cantidades que cada comunidad autónoma recibía del monto total de la donación, los aragoneses aparecemos en prensa porque la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Aragón muestra su rechazo a los 10 millones que corresponden a Aragón alegando que no es necesario «recurrir, aceptar, ni agradecer la generosidad, altruismo o caridad de ninguna persona o entidad», «Aspiramos a una adecuada financiación de las necesidades mediante una fiscalidad progresiva que redistribuya recursos priorizando la sanidad pública», afirma el grupo.

¿No es necesario? ¿En serio? Cuando hay pacientes de cáncer que mueren en lista de espera antes de recibir el tratamiento que necesitan, ¿de verdad vamos a anteponer el ego a la vida de personas? ¿Desde cuando el orgullo pesa más que la salud?

Me queda mucho que aprender y mucho camino que recorrer, pero parte del aprendizaje que ya tengo hecho consistió en dos cosas: la humildad de reconocer que no puedo sola y pedir ayuda, y en agradecer.

Quiero que el representante de esta asociación se reúna con la Fundación Amac-Gema, la Asociación Española Contra el Cáncer, o La Asociación de Padres de Niños con Cáncer en Aragón y que les diga, mirándoles a los ojos, que tira a la basura los 10 millones de euros del Sr. Ortega porque no los necesitamos. Quiero ver a la junta directiva de esa asociación en las unidades de oncología y cuidados paliativos, sujetando la mano de enfermos que se les acaba el tiempo, como yo sujeté la de mi madre, ayer hizo justo 8 años, cuando un cáncer de estómago le hizo cerrar los ojos para siempre. Quiero que esos señores, llenos de soberbia, prepotencia y arrogancia, nos miren a todos los aragoneses y nos digan que rechazan el dinero.

Señor Ortega, hoy beso el suelo que pisa y ojalá pueda llegarle mi sentimiento de gratitud en nombre de tantos aragoneses conmovidos por su generosidad. Sí, señor Ortega, los aragoneses sí que queremos su donación. Por mí, por aquellos que no anteponen su orgullo a la vida, por todos los que luchan contra esta maldita enfermedad y por los que se quedaron por el camino. Gracias.